JAIME GARZÓN prometió usar calzoncillos de marca durante los últimos meses de su vida, pero no por arribismo o clasismo, dos defectos que nunca encajaron en su irreverente forma de ser. Y, en efecto, lo hizo, pero por una razón insólita, aunque entendible, que él mismo solía explicar a quienes consideró sus más cercanos en el gremio periodístico:
«Si me matan, cuando hagan el levantamiento del cadáver, no me gustaría que me empeloten y me encuentren con unos calzoncillos viejos y rotos. Por eso siempre uso Calvin Klein»
No lo pude comprobar, aunque estuve muy cerca de saber si cumplió o no semejante premonición, tan devastadora para quienes lo tratamos y compartimos con él laboral, social y profesionalmente. A JAIME lo asesinaron a pocos metros de donde yo residía aquel 13 de agosto. Esa mañana tuve que salir casi de madrugada a reclamar unos tiquetes, pues viajaba de puente a Miami con la familia.
Al cruzar en el taxi la Avenida 42, frente a Corferias, escuchamos las detonaciones. El taxista fue quien me dijo que eran disparos de pistola, un poco extrañado por la hora. Tomamos la calle 26 hacia el Oriente y durante casi una hora estuve desconectado de la realidad del país, pues me abstuve de prender mi celular por miedo a que mi jefe de entonces en el Canal RCN TV, DANIEL CORONEL, me llamara para encomendarme una tarea de última hora. A espaldas suyas, había tramitado un permiso en el departamento de Personal del Canal, para regresar a laborar hasta dos días después de ese puente festivo.
Al regresar, tomando de nuevo la Carrera 42, bajando por la Avenida La Esperanza, noté el incipiente tumulto que ya se estaba formando alrededor de la que sería la Escena de Crimen más dolorosa de cuantas había cubierto durante mis años de reportería judicial en noticieros de televisión. En ese momento no tenía por qué saber que el muerto era mi amigo JAIME. En el lugar ya se encontraba una cámara de un noticiero, que resultó ser, del canal. Al acercarme, vi que era mi compañero OTONIEL UMAÑA quien transmitía en directo, a un lado de la camioneta gris Cheroke abaleada por la parte del conductor. El frío calambre del terror se me metió en todas partes, al descubrir que el muerto era el gran JAIME GARZÓN.
No pude permanecer demasiado tiempo en el lugar de los hechos. pues tenía viaje a las 10 de la mañana. El desenlace lo fui conociendo a través de los monitores del aeropuerto, antes de subirme al avión. Todos los noticieros transmitían en directo. Ya en Miami, los medios latinos gringos le dieron bastante despliegue a lo que ya era considerado un nuevo magnicidio en Colombia. Así pude ver imágenes de las manifestaciones de dolor y repudio de la sociedad, y el multitudinario sepelio.
DANIEL CORONEL nunca me perdonaría que no lo hubiera acompañado durante esos días, que para él resultaron tan dolorosos como para mí, aunque, sospecho, la amistad de ellos no fue tan personal como la mía con el gran humorista. Apenas unas semanas atrás, JAIME había estado en la oficina de DANIEL en las instalaciones del Canal, departiendo temas de actualidad, de su srguridad persnakl y temores
El torero ilegal