ROPA ÍNTIMA DE «Victoria´s Secret» o de cualquier otra afamada tienda estadounidense, era el regalo que ENILSE LÓPEZ prefería que sus más cercanos y aliados le trajeran de sus viajes a Estados Unidos. Por eso, era una escena muy común y normal, ver a destacados abogados, exministros, congresistas, gobernadores, alcaldes y empresarios de alto calado, entrar a su habitación del segundo piso de su gran casa de Barranquilla, a llevarle una costosa prenda que ella agradecía con un beso en la mejilla.
También le gustaba que le llevaran matas, vírgenes de yeso y muñecas de personajes de películas de Disney, incluso más que las joyas en oro, otro regalo que su cerrado circulo social solía darle, bien como agradecimiento a gestiones políticas suyas, bien por cariño.
En ese mismo segundo piso, donde pasó gran parte de sus años de enferma, antes de ser llevada a una clínica, donde, convaleciente y pesando 35 kilos, recibió la condena de casi 40 años por un homicidio que ella juró jamás haber cometido.
La gran casa en la que recibía visitas e impartía órdenes
«Soy víctima de mis amigos políticos a los que ayudé«, dijo a un periodista que empezó a escribir un libro sobre su vida, y que tiene en su poder horas de grabación con la excéntrica empresaria del chance, en las que habla de sus amores y desamores, traiciones, luchas políticas y legales y, por su puesto, de su mayor pasión: la política y los políticos.
En los años en los que ostentó un inmenso poder político, económico y empresarial en la Costa, dedicaba sus ratos libres a «hablar con las matas, a lavarlas con jabón y consentirlas», bien en el patio de esa gran casona del exclusivo sector de Barranquilla, o bien en su natal Magangué, a donde viajaba con frecuencia en medio de una caravana de escoltas.
Con Pastrana, Gaviria y Álvaro Uribe
En la sala de esa casa, en una de las paredes, siempre mantuvo expuestas al ojo de sus visitantes, las fotografías de su pasado de Gloria por la Política y la Vida social costeña y nacional. Los expresidentes Álvaro Uribe Vélez, Andrés Pastrana y César Gaviria, engalanan la galería de esos recuerdos de prosperidad y éxito. En otra pared aparecen exgobernadores, exalcaldes y hasta el excontralor y excandidato presidencial David Turbay, además de altos oficiales de la Policía y del Ejército, que en la misma época la escoltaban personalmente o ponían a su disposición sus patrullas oficiales, cuando «Doña Enilse», como le decían, lideraba peregrinajes a las zonas apartadas de su departamento, a organizar reinados de belleza, repartir regalos, mercados, soluciones sociales y peticiones de votos para sus candidatos.
«Cuando quiera, puedo ser senadora de la República»
Una tarde, presenciando por la televisión la noticia sobre la captura de uno de sus hijos, se declaró hastiada de la clase política, a la que no se cansó de culpar de las desgracias que se le vinieron en cima en los últimos años. Incorporada en la cabecera de la cama, tomando te en leche, se le vino a la cabeza una forma de vengarse de ellos. «Cuando quiera, puedo ser senadora de la República«, dijo, y así quedó consignado en una de tales grabaciones periodísticas, explicando que estaba en capacidad de recaudar entre 350 y hasta 400 mil votos en una campaña.
Y, a juzgar por los hechos, podría ser muy cierto. Aunque ella no lo hizo, sí realidad su sueño por intermedio de sus hijos, a los que, desde jovencitos, obligó a incursionar en la política, como una especie de brazo alargado suyo. Un hijo fue senador con más de 300 mil votos, otro fue alcalde y un hermano también fue elegido por voto popular en un pueblo costeño.
Cuando empezó su incursión en el mundo de los negocios, lo hizo como pitonisa, aunque fracasó en la mayoría de sus presagios, que ofrecía a 500 pesos. De allí pasó a vender chance de papelito, en las calles, de puerta en puerta. Allí descubrió su gran destreza y la virtud de negociante que la convertiría en una mujer multimillonaria, alcanzando niveles insospechados de poder y de penetración en la política regional y nacional.
«Al único presidente al que le aporté dinero fue a Álvaro Uribe«, dijo.
Uribe confesó que recibió plata de «La gata»
Pero de ahí para abajo, se cuentan por centenas sus beneficiarios: congresistas, ministros, gobernadores, alcaldes, diputados y concejales. No había elección en tres departamentos de la Costa, cuyo desenlace no pasara por sus manos, pues era la primera en conocer la lista de aspirantes. En Cartagena, frente a la bahía, tenía un apartamento PentHouse con espectacular vista al mar, donde recibía a los precandidatos que iban por el aval. Luego de aceptarlos, empezaba por donarles toda la publicidad, la radial, la televisiva, la de los afiches y la del voz a voz callejero.
Un ambicioso joven político que se ofreció a convertirse en «su nuevo congresista» en la Cámara, recibió de una de sus empresas un multimillonario préstamo para la campaña. Según ella, el incipiente aspirante alcanzó una votación histórica, pero nunca le devolvió el dinero del préstamo y, además, comenzó a negarla en público.
Varias veces le ocurrió, que personajes avezados como ese novel político, le dieran la espalda y no le pagaran «la inversión», luego de recibirle el dinero. Incluso, los coroneles del Ejército y de la Policía que durante sus años gloriosos de empresaria, la escoltaban por todas partes, la visitaban a su casa y hasta la invitaban a las ceremonias oficiales donde la condecoraban, también le dieron la espalda y se convertirían en sus más feroces perseguidores, cuando la Justicia puso los ojos sobre sus actividades al margen de la Ley.
Pero lo que más mortificó a ENILSE LÓPEZ, seguramente hasta el final de su existencia, fue lo que ella consideró una enorme traición, «una puñalada trapera» que le asestó un exnovio, un abogado al que ella creyó haber amado en sus años mozos, cuando apenas era un juez promiscuo de su pueblo, mientras ella ya se perfilaba como la matrona de la región y, a juzgar por lo que ella misma confesaría al escritor del libro, «gozaba de un especial atractivo físico» y era pretendida por coterráneos y extraños.
Y esa platica se perdió
Ese mismo juez promiscuo ascendería en la Administración Pública hasta llegar a escalar los más altos escaños de la Rama Judicial, llegando incluso al anhelado nivel de magistrado de una alta corte. Por esas paradojas de la vida, el destino lo uniría de nuevo con su antigua amada, pero ya no en citas románticas sino en el proceso que a ella le había perfeccionado la Justicia por un homicidio.
En ese momento ya contaba para su defensa con penalistas de alcurnia, «de pedigrí jurídico», de la talla de Abelardo De La Espriella, Iván Cancino, Manuel Groso, Mario Iguarán, tres exfiscales antimafia y dos exmagistrados de la Corte Suprema, entre otros. Dicho proceso judicial fue escalando de forma negativa, pues perdió el pleito en todas las instancias, pese a que sus asesores presentaron pruebas que, a su juicio, probaban que nada tuvo que ver con el homicidio que le endilgaban.
En otros casos por los que fue señalada judicialmente, había ganado varias batallas. Pero perdería en el que menos se imaginó, según se lo decían sus propios abogados, pues todo indicaba que la prueba recaudada para acusarla y llevarla a sentencia, arrojaban más dudas que certezas, por lo cual aspiraban a, por lo menos, una absolución por la figura del «Idubio proreo».
Con su clan familiar
La señalaron de promocionar grupos paramilitares, de actos terroristas, de vender chance ilegal, de aliarse con SALVATORE MANCUSO, de Lavado de Activos y de comprar votos, pero en ninguno de tales procesos pudo ser condenada formalmente. De hecho, los peritajes contables a los que fueron sometidas sus cuentas y bienes, siempre salieron indemnes, pues las mismas autoridades concluían que el dinero que recibía la empresaria, era producto de negocios lícitos, en el entendido de que era el mismo Estado el que le concedía los contratos y concesiones de la explotación del Chance.
«La Gata es la única presunta delincuente que recibe dinero legal, de manos del mismo Estado que la persigue», solía decir uno de sus abogados.
A su casa llegaban cajas repletas de ese dinero que ella también consideraba legal, recogido en las noches de todos los puestos de venta adscritos a las casas chanceras de su empresa, y que recaudaban en efectivo. De allí salían las sumas que pagaba a políticos, abogados, funcionarios públicos y mandos de Policía y Ejército que «le cuidaban la espalda». Para ella, jamás se trató de sobornos. Murió creyendo que lo hacían por cariño y solidaridad.
El secreto de la gran traición
Pudo con todo, menos con el gran proceso por el homicidio, para el cual contrató los servicios de un abogado penalista que se ufanaba en redes sociales y libros y, en la propia academia universitaria, como uno de los mejores casacionistas del país. Precedido de sus publicaciones rimbombantes y gruesos ensayos sobre los casos que llegan a la instancia de la Casación, este jurista hizo a un lado a los demás colegas que asesoraban a «La gata», con el argumento de que él podía hacerlo solo.
Cuando el Tribunal Superior confirmó la sentencia condenatoria en su contra, el autoproclamado «Mejor casacionista» sintió que su hora de lucirse había llegado. Dejó plasmada la defensa de su cliente en un escrito y documentos anexos que ocuparon casi ocho cuadernos, que, arrumados uno encima del otro, llegaron a la Secretaría de la Sala Penal de la Corte, que debía estudiar si aplicaba la casación.
«Yo le advertí a Doña Enilse que no se fiara de un abogado que escribe tanta carreta jurídica y tanta jurisprudencia, porque los magistrados de las altas cortes son perezosos para leer y no le van a dedicar horas y horas a estudiar un arrume de ocho cuadernos de literatura y jusrisprudencia internacional», le dijo uno de los abogados al autor de esta nota.
Y así fue. En cuestión de días, al parecer sin leerse semejante «mamotreto» de papeles y gruesos párrafos de ciencia jurídica, el magistrado ponente falló en contra de la hoy difunta empresaria, condenándola a los 38 años de cárcel, dejándola sin ningún otro chance procesal, como quiera que una casación en la Corte Suprema es la última instancia y opción al que un ciudadano puede acceder, si insiste en demostrar su inocencia.
Ella terminó condenada para siempre y el abogado con 800 millones. Otro penalista que conoció de primera mano de esta parte final de su proceso, aseguró que el jurista se vio obligado a devolverle a su defendida, la mitad de esos honorarios.
De las últimas imágenes de Enilse López con vida
De semejante «batatazo» no se pudo reponer nunca «La Gata». Por cuenta de su enfermedad fue excarcelada y llevada a prisión hospitalaria, postrada en un cama sobre la que, poco a poco, fue perdiendo motricidad, salud, peso corporal y lucidez. Casi no volvió a hablar. Perdió su voz de mando y sus modos de matrona. En el último año, dejó de atender visitas personalmente, atrapada por la paranoia, por miedo a adquirir una infección que le destruyera sus ya débiles y maltrechos pulmones.
Pesaba menos de 35 kilos, la piel se le caía como una tela barata sobre los huesos, no tenía grasa en el cuerpo y no pudo dejar de estar conectada a un tanque de oxígeno. Se la pasaba dormida casi todo el día y sus instrucciones y órdenes poco a poco fueron quedaron en manos de hijos y empleadas del servicio doméstico y asistentes de salud, que la acompañaron durante casi 30 años.
Cuando recibió la condena, le confesó al autor del libro que se quedó en ciernes, un secreto insólito, increíble y paradójico, que solo personajes del bajo mundo como ella, pueden guardar:
«El magistrado que me condenó, fue el mismo juez del que fui su novia en el pueblo»