La semana pasada se anunció el pacto Aukus, una alianza de defensa y seguridad que une a Australia, Reino Unido y EE.UU. en un esfuerzo por enfrentar la creciente expansión militar china en la región del Indopacífico. China ha reaccionado con predecible ira, acusando al trío de aliados occidentales de ignorar las preocupaciones de la comunidad internacional y arriesgarse a una nueva carrera armamentista y proliferación nuclear. Desde que la líder del Congreso de EE.UU., Nancy Pelosi, visitara Taiwán en agosto, China no había expresado una desaprobación tan intensa de las acciones occidentales. Como la nación más poblada del mundo, con el ejército y la armada más grandes del mundo, China dice que está empezando a sentirse «acorralada» por Estados Unidos y sus aliados en el Pacífico occidental. En respuesta, el presidente Xi Jinping ha anunciado recientemente que China acelerará la expansión de su gasto en defensa y ha nombrado la seguridad nacional como la principal preocupación de los próximos años. Es evidente que el mundo se está enfrentando a una peligrosa década en la que es necesario prepararse para enfrentar los crecientes desafíos de seguridad. ¿Se está acercando el mundo a un conflicto catastrófico en el Pacífico entre China, EE.UU. y sus aliados?
Una percepción equivocada: ¿Cómo Occidente subestimó a China?
Durante años, los ministros de Relaciones Exteriores de Occidente asumieron ingenuamente que la liberalización económica de China llevaría a una mayor apertura de la sociedad y una mayor libertad política. Se pensó que las empresas multinacionales establecerían empresas conjuntas y millones de ciudadanos chinos disfrutarían de una mejor calidad de vida. Se esperaba que el Partido Comunista Chino (PCC) aflojara su control sobre la población y permitiera reformas democráticas modestas para convertirse en un miembro pleno del «orden internacional basado en normas». Sin embargo, esto no ha sucedido.
China se ha convertido en un gigante económico, una parte vital e integral de la cadena de suministro global y el socio comercial más importante para países de todo el mundo. Pero en lugar de abrazar la liberalización política y la democracia, Pekín ha adoptado un curso de acción que ha alarmado tanto a los gobiernos occidentales como a muchos de sus vecinos, como Japón, Corea del Sur y Filipinas.
La lista de desacuerdos entre China y Occidente es larga. Aquí están los principales puntos de discordia:
Taiwán: China ha prometido repetidamente tomar el control de esta isla autónoma, incluso por la fuerza si es necesario. El presidente de EE. UU., Joe Biden, ha dicho que su país la defendería, aunque la política oficial de Washington es no comprometerse con la acción militar.
El Mar Meridional de China: en los últimos años, China ha utilizado su enorme armada para colonizar partes del Mar Meridional de China, reclamándolo como su propio territorio, en contravención del derecho internacional.
Tecnología: cada vez hay más acusaciones de que China recopila en secreto grandes cantidades de datos personales y roba propiedad intelectual para obtener una ventaja comercial.
Hong Kong: Pekín ha aplastado con éxito la democracia en la antigua colonia británica, dictando largas sentencias de cárcel a activistas.
Los musulmanes uigures: hay datos satelitales y relatos de testigos presenciales que apuntan al internamiento forzoso de hasta un millón de musulmanes uigures en campamentos en toda la provincia de Xinjiang.
En resumen, la percepción de Occidente sobre la liberalización política y la democracia en China fue una subestimación equivocada. A medida que China se convierte en una potencia económica y militar cada vez más influyente, los gobiernos occidentales y sus vecinos deben estar atentos a las acciones de Pekín y trabajar juntos para abordar los puntos de discordia.