En el municipio de Soacha, un suburbio de Bogotá, es común encontrar grifos de agua en la calle cada 100 metros, ubicados en lo alto del lugar. A veces están a simple vista, otras veces escondidos bajo rocas.
Javier García Villarraga es conocido como «el Fontanero» y se encarga de abrir y cerrar estos grifos todos los días para garantizar que el agua no escasee en el barrio de La Isla, el más grande de Soacha. Este acueducto fue instalado por la propia comunidad después de años de robo de agua y de recibir raciones limitadas del acueducto de Bogotá durante los últimos 15 años.
Para cumplir con su tarea, García utiliza una varilla de acero en forma de T que le permite acceder a los grifos de difícil acceso. Además, cobra una tarifa razonable por sus servicios, que anota en un cuaderno para sufragar los costos de mantenimiento del sistema artesanal.
García está consciente de la importancia de su labor y asegura que debe estar disponible para abrir los grifos sin importar las condiciones climáticas. «Llueva, truene o relampaguee, yo tengo que venir aquí y abrir porque si no, la gente se quedaría sin agua», afirma mientras levanta una piedra para acceder a uno de los grifos.
El acceso limitado al agua es un problema común en América Latina, y Colombia no es la excepción. Según cifras oficiales, el 6,4% de los colombianos no tienen acceso al agua, y un 24% tiene acceso limitado e intermitente. La situación en La Guajira, en el norte de Colombia, es aún peor que en el barrio de La Isla de Soacha.
A pesar de que América Latina cuenta con un 31% de los recursos acuíferos del mundo, la distribución del agua es desigual y costosa. En Soacha, las estadísticas oficiales muestran que el 85% de la población tiene acceso al agua y el 78% al alcantarillado, cifras similares a las de Bolivia, el país con peor cobertura de la región según datos del Banco Interamericano de Desarrollo.
Sin embargo, el concejal de Soacha, Heiner Gaitán, cree que estas estadísticas no reflejan la realidad debido a la dinámica de invasiones de tierras que se presenta en la zona, debido a las mafias de tierreros que engañan a las personas con promesas de vivienda o terrenos.
Soacha es uno de los mayores receptores de población en Colombia, y ha experimentado un aumento significativo de habitantes en los últimos años. En 2005, el censo nacional reportó 350.000 habitantes, en 2018 aumentó a 800.000 y hoy se estima que la población supera el millón y sigue en aumento.